martes

Arriba del techo.

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(...) Y dentro de una nube de humo, hablámos de política, de amores, de música y de conceptos del universo. Todos quisimos parecer gente con opinión -nadie se quedó callado-, y al formarse un silencio incómodo, lo tapábamos con alcohol, cigarros, mas droga.
Mientras sonreía y pensaba, no podía desviar la mirada de él, y de ella. Analizaba, eso hacía, con la cabeza fría. ¿Sería yo, capaz de mantenerme tranquila en ese estado? El cielo parecía más azul de lo normal, los arboles giraban en distintos sentidos y (seamos sinceros) mi equilibrio perdía potencia. De todas maneras decidí bajar. Me sostuve de la ventana y sentí adrenalina. Mi corazón se aceleró un poco, y una leve ráfaga de viento helado se deslizó por mi cuello. Las notas de una guitarra rompían el ruido de la nada, mientras yo tomaba un vaso más, prometiéndome que sería el último de la noche, aquél vaso que quemó mi garganta, mi esófago y mi sistema nervioso. Me excité. Busqué a mi amigo bajo una cama, en el baño, en la cocina... Abrí mis ojos y lo ví bajando igual que yo hacía un rato. Me pregutó si estaba bien. "Estoy bieen. Pero así, bieeeeen", respondí con una sonrisa. Me abrazó. "Volvistee Ale!". "Si, volví, pero déjame respirar". Reímos, largo rato, estúpidamente, exageradamente. Mi amigo sonríe, veo que saca algo de su bolsillo.
"¿Qué es eso?"
"Magia"
"¿De la buena?"
"¡Por supuesto!"
Es así como mi amigo y yo decidimos abandonar al resto de intelectuales; Escapámos, tal vez, demasiado alto (...)

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