buscaba entre los dobleces del trapito que por falda se anudaba a la cintura
la tejedora vulgar de los mil años, casi cien mil migas de pan en los bolsillos
si los cálculos no me fallan
una prostituta barata y cochina, de ésas que te enamoran
que con la adicción de sus roces
y sus manos cálidas
que recibieron tantas caras rotas
y que a tí también te reciben
te amarra con sus hilos de vieja diabla.
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