viernes

Las horas de la locura también las mide el reloj / Apuntes a William Blake

¡Cuánta sangre injurian las alas del poderoso!

Nos encontramos en la costa encendida del cielo:
Nuestras cabezas agobiadas ya no más débiles nuestras voces
y una pesada cadena que se carcome eslabón por eslabón
nuestros ojos nuestras manos laceradas por la labor
Las marcas del látigo del necio que sonríe y el sombrío fueron la norma
y las plegarias no aran las alabanzas no cosechan
Si otros no hubieran sido necios nosotros lo seríamos
La ira del intempestivo mar es la que tomaremos forma
Lo que hoy es evidente nunca fue lo imaginario.

Sus miembros terribles son fuego y los horrores
cruzan el calor pero no la luz
ciñendo la órbita de los cielos
desentrañando la esfera roja
El espectro se hace carne en los cometas
voces como trueno reviviendo se agitan
la vida en vida se deleita sus pies se tornan de bronce
La cresta rebelde se hincha en círculos enormes
¡El eterno León azota fuerte con su cola!

Se desgarran las víboras en su salida
tiembla el asesino en sus bóvedas ocultas
vil y despreciable predica la abstinencia
y el León profiere un aullido
precipitóse con furia bajo el confín secreto
cual quimera atavió los tronos celestes
Entonces vendría el fin de sus cerrojos y sus leyes
consumidos por su propia plaga:
El hombre.









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