Para Gabriel Castillo, el pescador de cangrejos.
Los años son una cosa rara entre nosotros.
Hiciste notar la distancia con tu habitual sutileza.
Nos habíamos visto, pero no habíamos hablado realmente.
Me dijiste: dos meses. Entonces me serví vino, y hablamos.
De un sueño negro y secreto, despiadado.
De lo humano y lo divino; luego, mi memoria se vuelve fragmentaria.
Pero pensaba el tiempo como una arbitrariedad, porque había algo casi intacto.
Después de dos meses sin hablar más de cinco minutos seguidos, nos encontró la madrugada
girando en la pista de baile, como dos viejos borrachos, riendo, en la cantina.
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