domingo
Madrugada en julio.
Lluvia que huele a putrefacción, amargo espesor, y la endemoniada humedad que se cuela en mi estructura ósea, recorre mi columna con cierto afán destructor y asesino, mientras mis extremidades se adormecen por varias horas dejándome incapaz de realizar algún movimiento, minusválida, y la escapatoria es en vano, pues el frío me carcome y la respiración se vuelve poco a poco, más dificultosa. Me encuentro imposibilitada de articular algún sonido que ahuyente este gélido ambiente invernal pues el silencio nocturno se vuelve cada vez más intimidante, me presiona, me desafía. Mis dedos piden ayuda, y al ser ignorados, se desprenden de mi mano con alevosía, y sin derramar una gota de sangre, pues por obra de esta helada inesperada, mis leucocitos, eritrocitos y plasma se ven reducidos a un estado de congelamiento que tiene a mi sistema circulatorio en crisis, que con cada latido moviliza mil cubitos de hielo rojo. El fuego de la estufa se extingue, junto con las últimas gotas de parafina, mientras el clima ártico se vuelve más que insoportable, insufrible, más que detestable, odioso. Aumento mis capas de abrigo, casi experimentando, de una manera exagerada y pseudo cómica, y aún así no logro conservar el calor de mi cuerpo agotado, exhausto pero con insomnio. Mi cerebro agotó las ideas para evitar esta ola polar que me ha llevado hasta el hastío, y sin nada más que hacer, me resigno a no dormir, y a maldecir a este frío hijo de puta.
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1 comentario:
lo siento pero esta vez no comparto tu odio por el frío
es más creo que podir aescribir con el mimo sufrimiento refiriebdome al verano.
me di cuenta que cuando nos paresemos es exageradamente mucho y cuando somos distintas somos dos polos opuesto algo asi como una A y una Z, pero si te das cuenta la A y la Z igual estan una al lado de otra.
(washita rica les rita mitsuko wn! )
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