Fabiola nos mira desde el balcón, pensará que estamos volados, presupongo. Bajamos al mar a verlo correr. No nos ponemos de acuerdo para los silencios. Mi papá arma murallas del no-ruido y con esas se hace un traje, no una polera, porque las poleras le gustan. Nunca es incómodo. Rellenamos ese espacio con estar. Volvemos a casa y Colomba duerme. Fabiola está leyendo. Martín llegará en un rato, dice Fabiola y todos nos reímos. Martín viene en un zancudo gigante muy feo pero se baja de él y lo matamos de un brinco. Martín supone que Colomba está dormida y prende un cigarro. Sabe que no podemos fumar con ella porque es chica y nosotros ya no somos tan chicos. Los hijos somos, ya no somos los niños.
Y cómo duele ya no ser niño, dice Martín. Yo lo miro enojada, que no me arruine el fin de semana con sus afirmaciones.
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